El Angel Amarillo y la Disco (Parte 1 de 3)


En el Sur también hay Discos cancheras. Los habitué son como los de acá, sonríen para la cámara, tiran besos al aire para saludarse pero no se tocan, no se involucran. Juegan a que tienen plata, de hecho algunos, los más pocos, la tienen.

Pero tener o no tener no es lo importante: el placer de la seducción viene acompañado del arte de la simulación. El cartel de quince los caballeros diez las damas tiene un fondo negro y las letras garabateadas están pintadas de color naranja fluorescente, es que vos no estás en la onda, por eso, dejá.

Cerca de las 12 no hay nadie, porque temprano no se baila. Hay que llegar tipo 3, 3.30, cuantas veces te lo dije, hacer la cola larga larga larga para poder mostrar los zapatos de piel de cocodrilo que tapan el made in Taiwan que queda horrible, súper grasa.

Las chicas y los chicos se disfrazan de Barbie y Ken. Se miran, se sonríen, se dicen como estás, se preguntan si todo bien, se manosean con los ojos, y siempre terminan conociéndose cada vez menos. Seducen pero no concretan nunca, son histéricos, pero no les gusta que los llamen así. No hay lugar para nada, caminan todos juntos despacito despacito, tomando distancia como en el jardín, son largas filas que no tienen destino, giran alrededor de la Disco como agujas de un reloj imaginario y de vez en cuando las hormigas piden cambio para tomar respiro en alguna barra cercana.

La Disco tiene dos pisos, cuatro barras, una pista y un patio grande grande grande con una barra adicional, una pileta chiquita que es de adorno (como se te ocurre), y un par de palmeras que convierten el oasis en un Miami Beach del subdesarrollo.

Las barras se llenan de chicos, chicas, chicos, chicas que dejan de lado los formalismos de sábadoporlanocheenestebolichetancanchero y piden mucho por muy poco. Los pibes del otro lado de la barra juegan a ser barman revoleando botellas, mezclando cosas de colores, poniendo sombrillitas en los vasos y embocando líquidos transparentes en vasos chiquititos. Se paga aca, se retira allá, dice siempre una chica con escote pronunciado y mucha cara de culo que señala con el índice al final de la barra, plagada de gente transpirada y que no le hace bien a esta Disco, está claro.

La música que se escucha es canchera, no podía ser de otra forma: punchi punchi punchi. Todos dicen que la disfrutan, pero la mayoría necesita agua mineral y pastillitas de colores para soportarla y el resto simula porque ¡queda tan bien!. Los artistas tienen nombres raros y los instrumentos no tienen cuerdas, pero ellos bailan, se zamarrean, rebotan.

Por todos lados hay chicos que dicen que juegan al rugby y chicas que juegan al hockey. Son grupos de gente bien, como uno, dicen las mamis y los papis que se ponen tan felices cuando sus joyitas del hogar deciden ser novios entre sí: es una combinación tan hermosa, van a salir rubiecitos y de ojos celestes, se dicen, y aplauden para adentro: los corazones de Jockey Club y cigarrillos con boquilla de oro se enorgullecen. Pero lamentablemente, y como es de esperar, siempre se pelean antes de tiempo porque ellos son así, hoy te ví, mañana no me acuerdo, y de nuevo: vos que te metés si no entendés nada.

A veces se arman peleas (dejá, no ves que estas borracho, pará, pará. PARÁ), pero la gente que se involucra siempre dice que lo arregla afuera, que ya vas a ver cuando te agarre y no se que otras cosas mas. La escena se repite como una obra de teatro realista: los dueños los echan, ellos insultan con dedo amenazador y el sábado próximo vuelven con un manto de olvido en la sien.

4 comentarios:

Goyo dijo...

Tengo una fiesta el sábado en Ink... quién viene??? ;)

Anónimo dijo...

Puedo llevar la laptop?

Anónimo dijo...

Yo sumo mi saludo olímpico

Anónimo dijo...

Acerca del texo: me río de la ironía.

Al final estoy rodeado de gente oscura con ánimos de ofender.

Muerte a la vida como la conocemos.